En el último de ellos, el noveno, ‘Horizon Europe’ hemos visto como se ha agrupado todo lo que ya olía a Innovación en el Pilar 3, con el acelerador del EIC (European Innovation Council) como protagonista y los criterios basados en el MRL (Market Readiness Level) tomando el relevo a los bien conocidos niveles de madurez tecnológica o TRL (Technology Readiness Level).

Hay mucho trabajo, generalmente desarrollado en el lado oscuro o en cualquier caso muy gris de la Academia, que aporta argumentos contundentes para entender e interiorizar el hecho de que los descubrimientos científicos o los inventos NO son Innovación. Pueden ser la base sobre la que construir iniciativas innovadoras, sí; pero no se van a convertir en Innovación por sí solos.

Tenemos, tal y como afirmaba Esteve Almirall en un reciente artículo, dos problemas distintos que gestionar: “la creación de las capacidades que nos permitan innovar” y “la innovación en sí misma”. Ésta implica, en pocas palabras, llegar desde una idea nueva a un producto y su adopción por el mercado. Esa adopción “inteligente” (‘smart adoption’ para este autor) es la que deberíamos estar fomentando con nuestras llamadas “políticas de Innovación”; y que en realidad se dedican, fundamentalmente, con un impacto relativo muy discutible, a promover el aumento de aquellas capacidades.