Mi breve contribución, haciendo explícito también el reconocimiento a David Padrón por liderar este esfuerzo, se quiere centrar en dos aspectos fundamentales que, en ocasiones, pasan inadvertidos.

Por un lado, me interesa poner el foco en el hecho de que cuando hablamos de los ODS no estamos hablando de «nuevos» retos para nuestra característica globalidad, sino de un esquema de gobernanza para realizar nuestros futuros posibles dentro de un escenario de viabilidad para nuestra construcción social compartida que se apoya en el carácter sistémico de esos retos. Siendo esto así, la agenda, considerada como herramienta, debe tener como principal virtud su capacidad para articular las acciones concretas que ya existen, las que se están definiendo y las que vendrán, a todos los niveles, a partir de ese carácter sistémico de los retos a los que todos nos enfrentamos desde nuestra propia singularidad.

Por otro lado, es importante destacar el carácter participativo del proceso de construcción que se ha seguido. Es el atributo fundamental que ha servido para que los agentes involucrados hayamos conseguido apropiarnos, en diferente medida de un instrumento de cambio social y económico de tal calado. Es esa «apropiación» la mejor estrategia para que su implementación llegue a todos los rincones de nuestra sociedad. Para consolidar el carácter sistémico de este instrumento y asegurar la participación de todos los agentes socioeconómicos en la implementación de acciones concretas con el impacto necesario a nivel local, se señalaba desde la sala la necesidad de diseñar intervenciones educativas y formativas específicas a todos los niveles.

El ejemplo del sector de la apicultura, representado también entre el público asistente de la sala, nos servía para entender la trascendencia que puede tener en términos de sostenibilidad una actividad productiva con un modesto peso económico; lo cual debe servir también para interiorizar la necesidad de implantar en todo tipo de organizaciones un doble balance, económico y social.